Cuando se encuentre una vacuna contra el covid 19, y sintamos que volvemos a ser los seres invulnerables de siempre. Cuando sintamos que todo puede volver a ser como antes, ¿seremos los mismos consumidores ansiosos y destructivos? ¿Dejaremos de pensar en los seres más excluidos y empobrecidos y nuestras ansias de ser los mejores, los primeros, los más “exitosos” nos ganarán la partida? ¿Volveremos a ocupar las calles y los territorios que, gracias al confinamiento, ahora están un poco cedidos a animales y plantas?
Gaia, el organismo maravilloso del cual somos parte, la Tierra en su totalidad, teme que seamos los mismos. Porque si ahora nuestra casa global está descansando de contaminación extrema, de aniquilación de especies, de consumo frenético que destruye los recursos naturales, cuando la cosa “vuelva a ser la de antes”, podríamos volver con ansiedad indetenible a esa destrucción que realmente es autodestrucción.
Es urgente otro modo de vida. Otro modelo de economía. Otro modo de relacionarnos. Un modelo en el que se privilegie la vida y la dignidad de todo ser existente (humano y no humano), en el cual podamos ingresar sin los filtros y las mediciones que crean categorías para discriminar. La vida debiera ser el centro, pero no solo la vida biológica sino la vida integral, la que se profundiza en lo económico, en lo político, en la cultura, en la salud, en la integridad del cuerpo.
Esto debiera incluir unas formas de interacción en el que podamos aprender a sentir al “otro” como alguien que es un “yo”, pero que juntos podemos crear un verdadero, apasionado y poderoso “nosotros”. Ese sin pasaportes, sin fronteras políticas, sin superioridades o inferioridades culturales, sin exclusiones o indignidades de género o de cualquier diversidad.
En un cierto equilibrio entre optimismo y pesimismo, me parece que la “nueva realidad” no será la misma, pero tampoco será tan distinta. Creo que, en ciertos momentos iniciales, el temor nos hará cuidadosos, pero la seguridad que poco a poco vaya llegando, nos volverá a la temeraria actitud de destruir nuestro planeta.
Necesitamos sentirnos humanos con otros humanos, cercanos o lejanos, parecidos o completamente diferentes. Estamos sintiendo la comunidad que somos, por una pandemia que nos afecta globalmente, entonces, ¿por qué no sentirnos comunidad para el nuevo futuro que podríamos construir?
Por eso es tan peligroso que creamos ciegamente en la llamada a dejar de ser cercanos, a dejar de acariciarnos, a abandonar la ternura y la afectividad. Me parece peligrosísimo que nos estén induciendo a distanciarnos físicamente de manera permanente cuando la cosa se “normalice”, cuando esto es lo que nos humaniza. Incluso hay evidencia científica que indica que eso nos ayuda a autoinmunizarnos colectivamente.
Es aceptable para una cierta época, y por razones lógicas relativas al contagio, pero cuidado con que se convierta, como ya lo he venido escuchando, en una tendencia fija, un comportamiento que llegó para quedarse. Necesitamos sentir cercanía profunda con los demás. Abandonar la afectividad puede ser una mala señal para el futuro que nos viene. Amar lo humano es también amar a las personas concretas que tenemos cerca.