Aprender a desaprender

Los organismos vivos aprendemos porque estamos vivos, pero también es necesario entender que vivimos porque podemos aprender: a sobrevivir, a respirar, a alimentarnos, a convivir, a avanzar, a descubrir, a sentir, a aprender, etcétera.  Sin aprendizaje no hay posibilidad de que vivamos a tope, al máximo, ni que avancemos, ni que progresemos en nada. Así que la invitación está para que la revisión de vida pase por lo aprendido y aquello por aprender.

Ello debe incluir aprender a desaprender. Es decir, la necesidad siempre presente de ir abandonando visiones, actitudes, comportamientos, pensamientos, hábitos, sentimientos y emociones que nos impiden la plenitud de vida. La manera como vemos las cosas o como entendemos el mundo constituye el eje desde el cual sentimos, actuamos y somos en nuestra vida cotidiana. Entonces, muchas veces la causa de tanto sufrimiento o de tanto bloqueo para poder avanzar, tiene que ver con esas visiones, por tanto, puede ser que la clave esté en desaprenderlas. También tendremos que desprender maneras de actuar con los demás y con nosotros mismos, o hábitos que lejos de ser el automatismo que nos ayude en la vida práctica y concreta, nos causan problemas constantes.

Posiblemente el conjunto de desaprendizajes más importante tiene que ver con las maneras de interactuar o convivir con los demás, incluso con otros seres vivos. Por ejemplo, puede que debamos revisar nuestra manera de descalificar, enjuiciar o criticar fácilmente a determinadas personas, puede que debamos revisar el hábito de huir de los problemas o la manera de alejarnos o distanciarnos. Puede que debamos desprender la desconfianza en nosotros mismos, o nuestra tendencia a la baja autoestima. O puede que debamos desaprender el orgullo y la soberbia que nos impide reconocer errores propios y nos daña en las relaciones con otras personas. Puede que debamos desprender el resentimiento inútil, el rencor y la falta de perdón. Puede que debamos desprender nuestro desinterés por los problemas sociales o políticos, por las angustias ajenas o por la destrucción del planeta.

En todo caso, está claro que hay aprendizajes muy bien instalados en nuestra forma de pensar, sentir, actuar y hablar que necesitamos desconectarlos de los esquemas mentales y emocionales que tenemos. Así, desaprender también es una misión maravillosa pues como humanos somos mucho una acumulación de cargas que vamos acarreando en el camino de nuestra vida, muchas de las cuales son tan pesadas que no nos dejan ver la luz del camino enfrente. Desaprender es tirarlas.

Aprender a desaprender significa, entonces, el desafío diario de descubrir y abandonar esos pensamientos o creencias que nos dominan y que, como pequeños y traviesos duendecillos, dirigen nuestro encuentro con la vida, la sociedad y nosotros mismos. No es fácil, por cierto, tirar por la borda pensamientos que tenemos muy instalados. Pero he ahí uno de nuestros más garantizados recursos para mejorarnos y descubrir y vivir más con el éxtasis que merecemos. Cada quien sabrá qué desaprendizajes debe atender para lograr alcanzar el más importante y único de los aprendizajes: ¡vivir a plenitud!

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